domingo, 8 de abril de 2012

UNA MIRADA PRAGMÀTICA


El siguiente texto está escrito desde la ingenuidad. No soy un especialista en teoría del conocimiento, ni mucho menos. Con todo, considero que es necesario que todo hombre abocado de algún modo a la investigación se forme alguna representación consciente sobre estos menesteres. Por otra parte, es a través de la publicación de las propias ideas que uno puede sistematizarlas, a la vez que, confrontándolas con las críticas, descubrir las bondades y falencias de las mismas, y así proporcionar tentativas de solución y esclarecimiento. Así pues, dejo el pudor de lado, y me atrevo a realizar la siguiente publicación.

Frecuentemente me ha sucedido de considerar cuál es la naturaleza de los juicios que emitimos, cuando buscamos conocer la realidad, y comportarnos de acuerdo con ese conocimiento. Los pocos conocimientos que tengo al respecto me han llevado a representarme ello, de manera esquemática, en tres grandes modalidades. Por supuesto que sé que existen otras modalidades, pero considero que al poner éstas de manifiesto puedo aclarar mi propio posicionamiento. Con ello, claro está, no busco lograr más que lo estrictamente propedéutico e itinerante; pues estoy convencido que si bien los mapas son sobremanera inexactos si los compara con la realidad empírica que pretenden representar, sin embargo actúan como guías que, a grandes rasgos, nos permiten orientarnos en nuestras pesquisas.

*      La primera modalidad que he encontrado es la concerniente a los enunciados. Merced a ellos buscamos describir aspectos de la realidad (v. gr: “la mesa es de madera”, o “la mesa es roja”). Está claro que el criterio para corroborar si un enunciado es verdadero o falso está dado por la adecuación: las propiedades que predico de un fenómeno deben de coincidir con el fenómeno en cuestión, si el enunciado ha de ser verdadero. La verdad o falsedad depende, en última instancia, de la realidad empírica. Ahora bien, aunque importante, no es suficiente la información que podemos obtener a partir de estos procedimientos. Así, para construir un corpus, formulamos hipótesis, y realizamos procesos de inferencia: de inducción y de deducción, generalizaciones y extrapolaciones. Esto da lugar a otra modalidad.
*      En la modalidad lógica o formal lo que se busca es establecer la validez o invalidez de las argumentaciones. El criterio que rige es la coherencia lógica o formal: que la conclusión, en efecto, se infiera de las premisas. Este instrumento permite evitar los desafueros del pensamiento cuando, necesariamente, va más allá de la experiencia para elaborar teorizaciones. A su vez, posibilita una organización de las discusiones, y del intercambio de ideas. La lógica es fundamental para la ciencia, aunque se encuentre subordinada a la contrastaciòn de las hipótesis. Sin embargo, si nos quedamos en este plano estamos omitiendo una dimensión importante del comportamiento de conocimiento. Porque los hombres no buscan construir sistemas acerca de la verdad con el sólo fin de contemplarlos gozosamente. El conocimiento del medio obedece a una razón mucho más poderosa: la adaptación.
*      Así frecuentemente sucede que, a despecho de la lógica (que establece, por ejemplo, que no se pueden realizar inferencias comportamentales válidas a partir del conocimiento efectivo de la realidad) e incluso de los hechos, los hombres realicen sus propias síntesis a la hora de comportarse en el medio. Y esto, necesariamente, tiene que ser así. En efecto, poseemos fuertes motivos evolutivos (biológicos como culturales) para ocuparnos en conocer el medio, y para preocuparnos en que las representaciones que nos formamos del mismo sean lo más posiblemente verdaderas. Así pues, tenemos una nueva modalidad: la modalidad pragmática, la cual yo considero como intrínseca al acto de conocer. A continuación quisiera explayarme un poco más acerca de esto.

El texto que motivó mis reflexiones fue la lectura del siguiente pasaje de William James, extraído de su opúscula La voluntad de creer:

“(...) nuestra naturaleza pasional, no sólo puede, sino que debe, obrando cumplidamente, optar entre proposiciones donde quiera que se presente una opción genuina, que por su naturaleza no puede ser decidida en el campo intelectual; es decir, en tales circunstancias, ‘no decido, dejo las cosas sin resolver’, es en sí mismo una decisión pasional, equivalente a decir sí o no; y se corre el mismo riesgo de perder la verdad que en el primer caso”.

James postula que lo volitivo interviene activamente en la construcción de nuestros conocimientos. Por volitivo, obviamente, no entiende simplemente los actos de voluntad deliberados, sino todo lo relacionado a lo pasional; todo aquello por lo cual una determinada hipótesis está viva o muerta para nosotros, lo cual nos lleva a darle o a negarle nuestro asentimiento. En definitiva, aquello por lo cual se forja una creencia. Lo que me interesó puntualmente de esta aseveración, es que pone de manifiesto que ante una hipotética situación determinada no se puede apelar exclusivamente a las modalidades que he descrito anteriormente, para llegar a una solución. En este sentido, James está cerca de la postura de Aristóteles, quien sostenía que el intelecto, por sí mismo, no puede mover al obrar. Se deben tener en cuenta, por tanto, las motivaciones. Así pues, siguiendo esta misma línea, imaginaré una situación en la que un agente x se encuentra enfrascado frente a un dilema. Artificialmente haré abstracción de los aspectos determinantes que inclinarían su conducta en una determinada dirección (la cual, evidentemente, se encuentra fuertemente condicionada por la información genética y por la selección cultural). Entonces sólo me queda suponer que la resolución de la situación estará dada por las consecuencias del comportamiento. Y, efectivamente, un grupo x de observadores diría que tal individuo sabe comportarse en determinada situación, porque su comportamiento se adecua a la resolución de la misma. El criterio de esta modalidad, entonces, se encuentra dado por el consecuencialismo o adaptabilidad. Ahora bien, a partir de las investigaciones de Skinner sabemos que un porcentaje importante de los comportamientos de un organismo se encuentra condicionado por las consecuencias ambientales del mismo. Y, en efecto, el propio Skinner se pronuncia acerca de la naturaleza del conocimiento:

“El conocimiento capacita al individuo para reaccionar con éxito ante el mundo que le rodea precisamente porque es la conducta en sí que le permite hacerlo”.
    
Si se confirma que esto es así, entonces tendríamos que la adaptabilidad es causa eficiente y causa final de la investigación científica. Pero probablemente este tema sea muy obscuro, y rebase sin dudas las capacidades de mi investigación. En todo caso, lo que me interesa destacar es que he encontrado tres modalidades con diferentes criterios operatorios: la modalidad enunciativa, cuyo criterio es la adecuación entre enunciado y fenómeno; la modalidad lógica, cuyo criterio está dado por la coherencia formal; y la modalidad pragmática, cuyo criterio es dado por la adaptabilidad. No hay nada que nos impida pensar que las tres modalidades estén presentes en la elaboración científica; y, de hecho, si adoptamos una perspectiva evolutiva, probablemente encontremos razones fuertes que nos obliguen a relacionarlas entre sí. En todo caso mi tesis es que el círculo del conocimiento sólo se contempla a través del silogismo ético. 

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