El siguiente texto está escrito desde la
ingenuidad. No soy un especialista en teoría del conocimiento, ni mucho menos.
Con todo, considero que es necesario que todo hombre abocado de algún modo a la
investigación se forme alguna representación consciente sobre estos menesteres.
Por otra parte, es a través de la publicación de las propias ideas que uno
puede sistematizarlas, a la vez que, confrontándolas con las críticas,
descubrir las bondades y falencias de las mismas, y así proporcionar tentativas
de solución y esclarecimiento. Así pues, dejo el pudor de lado, y me atrevo a
realizar la siguiente publicación.
Frecuentemente me ha sucedido de considerar
cuál es la naturaleza de los juicios que emitimos, cuando buscamos conocer la
realidad, y comportarnos de acuerdo con ese conocimiento. Los pocos
conocimientos que tengo al respecto me han llevado a representarme ello, de
manera esquemática, en tres grandes modalidades. Por supuesto que sé que
existen otras modalidades, pero considero que al poner éstas de manifiesto
puedo aclarar mi propio posicionamiento. Con ello, claro está, no busco lograr
más que lo estrictamente propedéutico e itinerante; pues estoy convencido que
si bien los mapas son sobremanera inexactos si los compara con la realidad
empírica que pretenden representar, sin embargo actúan como guías que, a
grandes rasgos, nos permiten orientarnos en nuestras pesquisas.



El texto que motivó mis reflexiones fue la
lectura del siguiente pasaje de William James, extraído de su opúscula La voluntad de creer:
“(...) nuestra
naturaleza pasional, no sólo puede, sino que debe, obrando cumplidamente, optar
entre proposiciones donde quiera que se presente una opción genuina, que por su
naturaleza no puede ser decidida en el campo intelectual; es decir, en tales
circunstancias, ‘no decido, dejo las cosas sin resolver’, es en sí mismo una
decisión pasional, equivalente a decir sí o no; y se corre el mismo riesgo de
perder la verdad que en el primer caso”.
James postula que lo volitivo interviene
activamente en la construcción de nuestros conocimientos. Por volitivo,
obviamente, no entiende simplemente los actos de voluntad deliberados, sino
todo lo relacionado a lo pasional; todo aquello por lo cual una determinada
hipótesis está viva o muerta para nosotros, lo cual nos lleva a darle o a
negarle nuestro asentimiento. En definitiva, aquello por lo cual se forja una
creencia. Lo que me interesó puntualmente de esta aseveración, es que pone de
manifiesto que ante una hipotética situación determinada no se puede apelar
exclusivamente a las modalidades que he descrito anteriormente, para llegar a
una solución. En este sentido, James está cerca de la postura de Aristóteles,
quien sostenía que el intelecto, por sí mismo, no puede mover al obrar. Se
deben tener en cuenta, por tanto, las motivaciones. Así pues, siguiendo esta
misma línea, imaginaré una situación en la que un agente x se encuentra enfrascado frente a un dilema. Artificialmente haré
abstracción de los aspectos determinantes que inclinarían su conducta en una
determinada dirección (la cual, evidentemente, se encuentra fuertemente
condicionada por la información genética y por la selección cultural). Entonces
sólo me queda suponer que la resolución de la situación estará dada por las
consecuencias del comportamiento. Y, efectivamente, un grupo x de observadores diría que tal
individuo sabe comportarse en
determinada situación, porque su comportamiento se adecua a la resolución de la misma. El criterio de esta
modalidad, entonces, se encuentra dado por el consecuencialismo o
adaptabilidad. Ahora bien, a partir de las investigaciones de Skinner sabemos que
un porcentaje importante de los comportamientos de un organismo se encuentra
condicionado por las consecuencias ambientales del mismo. Y, en efecto, el
propio Skinner se pronuncia acerca de la naturaleza del conocimiento:
“El conocimiento
capacita al individuo para reaccionar con éxito ante el mundo que le rodea
precisamente porque es la conducta en sí que le permite hacerlo”.
Si se confirma que esto es así, entonces
tendríamos que la adaptabilidad es causa eficiente y causa final de la
investigación científica. Pero probablemente este tema sea muy obscuro, y
rebase sin dudas las capacidades de mi investigación. En todo caso, lo que me
interesa destacar es que he encontrado tres modalidades con diferentes
criterios operatorios: la modalidad enunciativa, cuyo criterio es la adecuación
entre enunciado y fenómeno; la modalidad lógica, cuyo criterio está dado por la
coherencia formal; y la modalidad pragmática, cuyo criterio es dado por la
adaptabilidad. No hay nada que nos impida pensar que las tres modalidades estén
presentes en la elaboración científica; y, de hecho, si adoptamos una
perspectiva evolutiva, probablemente encontremos razones fuertes que nos
obliguen a relacionarlas entre sí. En todo caso mi tesis es que el círculo del
conocimiento sólo se contempla a través del silogismo ético.
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