domingo, 15 de abril de 2012

TRADUCCIÓN DE UN MARCO TEÓRICO QUE ME PARECIÓ INTERESANTÌSIMO


 

LA ESPECIE CULTURAL: CÒMO LA CULTURA CONDUJO LA EVOLUCION HUMANA
Un marco multidisciplinario para comprender la cultura, la cognición y el comportamiento.
Por Joseph Hendrich

Mucho antes de los orígenes de la agricultura, los humanos se expandieron alrededor del globo, desde los áridos desiertos de Australia hasta la tundra congelada del ártico canadiense. La supervivencia en esta inmensa diversidad de hábitats no dependió de adaptaciones genéticas especificas, sino de largos cuerpos de habilidades de del tipo know-how  trasmitidas culturalmente, y de talentos que ningún individuo hubiese podido figurar durante el trayecto de su vida (por ejemplo cerbatanas, rastreo animal). Careciendo de los conocimientos culturales del medio, muchos exploradores expertos han perecido en supuestos ambientes “duros”, en los cuales los adolescentes locales hubiesen sobrevivido fácilmente (Boyd, Richerson y Henrich, 2011ª). Incluso en las sociedades de cazadores-recolectores, los humanos muestran una variedad inmensa de organizaciones sociales, tamaños de grupo, estructuras de parentesco, y patrones de apareamiento: más diversidad que la presente en todo el resto del orden de los primates combinado (Henrich y McElreath, 2007). Etnográficamente, esta diversidad está al menos parcialmente enraizada en la adquisición cultural, y extensamente comparte reglas sociales. Ninguna otra especie depende de la información cultural hasta tal grado, y la evidencia paleo-antropológica sugiere que la cultura apareció tempranamente en la historia evolutiva de nuestros genes (Alperson- Afil et al., 2009; Brown et al., 2009). Sobretodo, en la actualidad muchas evidencias teóricas convergen a señalar que somos una especie ultra-cultural (como ninguna otra), cuyos cerebros, genes y biología han sido largamente formados por la interacción entre la evolución cultural y la genética. Parece que la cultura  ha abierto toda una nueva dimensión evolutiva, no practicable para las demás especies menos culturales. 
Tomando esta observación seriamente, mis colegas y yo nos hemos enfocado en construir una explicación evolucionaria del comportamiento y psicología humanos, que incorpore a la cultura bajo la égida darwiniana. En vez de aplicar directamente los puntos de vista teóricos de la biología evolucionista a los humanos, nuestra aproximación desarrolla desde el principio nuevos puntos de vista evolutivos (Laland, Kumm, y Feldman, 1995). Utilizando usualmente modelos evolutivos formales (Boyd y Richerson, 1985), consideramos cómo es que los procesos evolutivos podrían haber formado a especies tan dependientes del aprendizaje de los otros. Por otra parte, permaneciendo en el pensamiento evolucionista, nuestra aproximación toma herramientas y mètodos de diversas disciplinas (Mesoudi, 2011), incluyendo la antropologìa (Henrich y Henrich, 2010), la genètica (Laland, Odling-Smee, y Myles, 2011; Richerson, Boyd, y Henrich, 2010), la arqueologìa (Henrich, 2004b; Shennan, 2001), la psicologìa (Mesoudi, 2009b), y la economìa (Henrich, 2000; Henrich y Henrich, 2007). En particular, mucho de nuestro trabajo empìrico se centra en trabajos de campo extensos, sistemàticos y comparativos, en diversas comunidades humanas (incluyendo sociedades de pequeña escala), utilizando una combinación de mètodos de la etnografìa, la observación y la experimentación (Henrich, 2004; Henrich y McElreath, 2002; Henrich y Henrich, 2007). Este marco interconecta y organiza diversos y dispares programas de investigación dentro de la psicologìa, con los esfuerzos en marcha alrededor de las ciencias sociales.
Esta aproximación, denominada Herencia Dual o Teorìa de la Coevoluciòn Genètica-Cultural (Boyd y Richerson, 1985; Laland, et al., 1995), puede ser organizada alrededor de tres conceptos principales (Henrich y McEalth, 2007):

  1. Las capacidades culturales como adaptaciones: La cultura, la trasmisión cultural, y la evoluciòn cultural surgen de adaptaciones psicològicas desarrolladas genèticamente, para adquirir ideas, creencias, valores, pràcticas, modelos mentales y el aprendizaje deestrategias de otros individuos por inferencia y observación. Asì, el primer paso para teorizar esto es utilizar la lògica de la selecciòn natural, para desarrollar hipótesis acerca de la evoluciòn y operación de nuestras capacidades de aprendizaje cultural (Rendell et al., 2011).
  2. La evoluciòn cultural: Estas adaptaciones cognitivas dan lugar a un robusto segundo sistema de herencia (evoluciòn cultural) que opera por reglas de trasmisión diferentes a las de la herencia genètica, lo cual produce fenómenos no observables en otras especies menos culturales. Teorizar acerca de estos procesos requiere tomar lo que sabemos acerca del aprendizaje cultural y de la cogniciòn humana, e incorporarlos en los modelos evolutivos que incluyen interacciòn social, y estudiar sus propiedades emergentes con el fin de realizar predicciones empìricas.
  3. La coevoluciòn cultural-genètica: Este segundo sistema de herencia, creado por la evoluciòn cultural, puede alterar los ambientes sociales y fìsicos enfrentados por los genes evolutivos, lo que lleva a un proceso denominado coevoluciòn cultural-genètica. Por ejemplo, parece que la pràctica de cocinar fue difundida a travès del aprendizaje social entre las ancestrales poblaciones humanas. Una vez difundida, “la comida cocida” se convirtió en una fuerza selectiva que disminuyò tractos digestivos, dientes, estòmagos y boca (Wrangham, 2009). Una reducciòn tal en los tejidos digestivos puede haber liberado energìa para la construcciòn de màs cerebro, y quizàs una dependencia mayor en la información cultural. La evidencia empìrica genètica sugiere que la cultura ha formado nuestro genoma desde largo tiempo (Laland, 2010; Richerson, 2010).
 
Las Capacidades Culturales como Adaptaciones Cognitivas

Aproximar nuestras capacidades de aprendizaje a adaptaciones para extraer información adaptativa del mundo que nos reodea (Boyd y Richerson, 1985; Henrich y Boyd, 1998), nos proevee de una rica serie de hipótesis evolutivas (Chudek y Henrich, 2010; Rendell, 2010; Rendell, 2011). Por ejemplo: mis colegas y yo hemos teorizado que tanto los niños como los adultos deberìan utilizar pistas para detectar las habilidades, èxitos, experiencia, edad, sexo, marcadores ètnicos y deferencia recibida (prestigio), para dirigir su atención preferentemente hacia ciertas personas (“modelos”), en detrimento de otras, para el propòsito de aprender (Henrich y Gil-White, 2001; Henrich y McElreath, 2003). Este abordaje unifica lineas dispares de investigación, desde la psicologìa, la economìa y otras disciplinas, que de otra forman estarìan separdas. Dentro de la psicologìa, puede encontrarse fundamento empìrico en la obra de Bandura y sus colegas (Bandura, 1977; Rosenthal y Zimmerman, 1978), como asì tambièn en muchos programos de investigación dentro de la psicologìa social, tales como aquellos enfocados en la conformidad, la persuasión y la influencia (Mesoudi, 2009b). Los trabajos recientes en psicologìa del desarrollo, por ejemplo, muestran que los infantes y los niños pequeños atienden preferentemente, y aprenden preferentemente de aquellos individuos que exiben (1) grandes habilidades o èxitos (Birch, Vauthier y Bloom, 2008; Brosseau-Liard y Birch, en prensa; Corriveau y Harris, 2009), (2) pistas de confianza (Birch, Akmal, y Frampton, 2010), (3) mayor experiencia, incluyendo el uso de la edad como pista indirecta (Jaswal y Neely, 2006; Stenberg, 2009), y (4) marcadores ètnicos (Shutts, Kinzler, Mckee, y Spelke, 2009). Estos hallazgos de laboratorio estàn encajados con trabajo de campo, realizado en comunidades pequeñas, el cual examina còmo la gente agrega diferentes pistas para seleccionar sus modelos preferidos (Henrich y Broesch, 2011).
Nuestro equipo de investigación testeò la hipótesis evolutiva de que los niños pequeños usarìan su atención y la mirada preferencial de otros como una pista para dirigir sus propios esfuerzos de aprendizaje cultural. Expusimos niños de  3-5 años a dos modelos (gente de la que ellos podìan aprender), los cuales estaban siendo vistos diferencialmente por otros, en una inicial escena de pista. Luego, cuando estaban solos, cada modelo hacìa diferentes elecciones, incluyendo operar un artefacto de distintas maneras, y seleccionar de entre diferentes comidas y bebidas. Mientras que no mostraron ser conscientes de la atención diferencial o del rol que jugaron cada uno de los modelos, los niños preferentemente imitaron la manipulación de artfactos y de comidad y de bebida realizada por los modelos que recibieron màs atención de la otra gente durante la escena inicial (Chudek, Heller, Birch y Henrich, 2011).
Muchos de los formales modelos evolutivos que sustentan dichas predicciones, en tanto que han sido desarrollados en la mente humana, deberìan ser aplicables a los no-humanos. Trabajos experimentales en torno a especies que van desde las ratas hasta los espinosos (peces) han demostrado recientemente que, mientras que no hay evoluciòn cultura acumulativa entre los no-humanos, estas especies, sin embargo, usan muchas de las mismas pistas adaptativas y prejuicios predichos por la teorìa (Galef, 2009; Hoppitt y Laland, 2008). Esto es importante, porque demuestra la aplicabilidad general de este enfoque.
 La importancia de tal marco no es meramente que genere predicciones no intuitivas, tales como el uso de “pistas de prestigio”, sino que unifica lìneas de investigación (que de otra forma estarìan desconectadas) tanto dentro de la psicologìa como a travès de diversas disciplinas (incluyendo a la biologìa), incluyèndolas en un singular marco teòrico. Asì, el trabajo màs persuasivo en el uso de psitas de èxito, por ejemplo, viene de experimentos en economìa (Henrich y Henrich, 2007: revisado en el Capìtulo 2), mientras que el màs riguroso trabajo experimental acerca de la importancia de los efectos de la conformidad en el aprendizaje cultural viene dado por la antropologìa experimental (Efferson, Lalive, Richerson, McElreath, y Lubell, 2008; McElreath, 2008).  La evidencia de campo sobre los efectos de estos prejuicios aprendidos fuera del laboratorio proviene de areas tan diversas como la difusión de literatura innovadora (Henrich, 2001; Rogers, 1995) y la trasmisión cultural del suicidio estudiada por la sociologìa (Henrich y Henrich, 2007: revisado en el Capìtulo 2; Mesoudi, 2009ª; Rubinstein, 1983; Stack, 1987).
Reconocer la centralidad de la cultura en la vida humana lleva a la novedosa teorìa evolucionaria acerca del status y del status psicològico (Henrich y Gil-White, 2001). Los investigadores evolucionistas han tendido a asumir que el status humano es meramente una extensión de las jerarquìas de dominancia entre los primates. Sin embargo, debido a que los humanos dependen tan fuertemente de la información econòmica para sobrevivir, nuestra especie ha desarrollado una segunda vìa de status social, la cual opera junto a la dominancia, y tiene su propio juego de procesos cognitivos y afectivos. La teorìa predice que estos dos tipos de status, etiquetados como dominancia y prestigio, pueden ser distinguidos por sus pantallas etiològicas, patrones de imitación y deferencia, prejuicios y respuestas afectivas. El reciente trabajo empìrico realizado por nuestro equipo sobre el status, tanto en el laboratorio como en el campo, ha revelado los esperados patrones de prestigio vs dominancia, y ha mostrado que ambas formas de status pueden coexistir e influenciar las decisiones de los grupos y su atención (Cheng, Tracy, Foulsham, y Kingstone, 2011; Cheng, Tracy, y Henrich, 2010; Foulsahm, Cheng, Tracy, y Kingstone 2010).
 Este trabajo se conecta con la literatura de la emociòn, donde anteriores estudios empìricos han señalado la existencia de dos facetas  para la emociòn del orgullo, etiquetadas como orgullos autèntico y orgullo soberbio (Tracy, 2007). Nuestros incipientes esfuerzos sugieren que el orgullo soberbio esta asociado con el status de dominancia, y que el orgullo autèntico con el status de prestigio (Cheng, 2010). Esto sienta  la fundaciòn de principios teorèticos y una explicación que de otra forma sòlo serìa un programa empìrico. En el proceso se integra al trabajo sobre la emociòn en un juego mucho màs amplio de interconexiones teorèticas, el cual incluye trabajos en aprendizaje cultural, imitación, persuasión, liderazgo, atención, y agresión (Cheng, 2011).
 El existente trabajo sobre el estatus dentro de la psicologìa se encuentra acosado por una falta de claridad teòrica. Muchos de los trabajos empìricos tratan al status como a un constructo uni-dimensional, y luego, sin saberlo, lo operacionalizan tanto como prestigio o como dominancia, o como una mezcla de los dos. Esto puede explicar los confusos y contradictorios resultados que plagan esta literatura. Mientras tanto, a travès de un tosco empirismo, otras investigaciones continuan re-descubriendo aspectos de las dos dimensiones (prestigio y dominancia), usualmente sin advertir cuàntas veces ha ocurrido esto (Henrich y Gil-White, 2001). Etiquetas como poder, dominancia, status, pericia, liderazgo colaborativo, y liderazgo coercitivo son aplicadas diferentemente dependiendo de la literatura y de la subdisciplina. La esperanza es que la teorización evolucionaria con respecto al status pueda ayudar a integrar estos esfuerzos en un set de programas de investigación acumulativos. A esta altura, nuestro enfoque ha generado algunas adhesiones de otros investigadores, incluyendo trabajos que hormonalmente distinguen prestigio de dominancia (Johnson, Burk y Kirkpatrick, 2007), revelan emociones relativas a ambos fenómenos (Algoe, Hadit, y Silvers, 2006), demuestran preferencias en las estrategias femeninas de emparejamiento (Synder, Kirkpatrick, y Barrett, 2008), y aplican nuestro concepto a los chismorreos de la faràndula (De Backer, Nlissen, Vyncke, Braeckman, y McAndrew, 2007), y que exploran el impacto econòmico sobre la toma de decisiones (Bruno, 2006; Eckel y Wilson, 2000). El trabajo en sociedades humanas de pequeña escala indica que las dos formas de status llevan a una mayor aptitud, aunque con diferentes mecanismos (von Rueden, Gurven, y Kaplan, 2011).

La Evoluciòn Cultural y la Coevoluciòn Cultural-Genètica

Una vez que una especie confia lo suficientemente en el aprendizaje a partir de otros para al menos algunos aspectos de su repertorio conductual, el proceso de la evoluciòn cultural puede emerger, alterando el ambiente en el que la selección natural actùa sobre los genes. Para desarrollar modelos sobre la evoluciòn cultural, comenzamos por tomar hipótesis teòricas bien fundadas y testeadas empíricamente, acerca de la psicologìa del aprendizaje (què gente aprende de quièn, y què tienden a hacer para inferir el aprendizaje), para constuir modelos que examinen lo que ocurre cuando muchos individuos estan aprendiendo de este modo, e interactuando asì a lo largo de generaciones. Debido a su fidelidad y frecuencia, las habilidades humanas de aprendizaje cultural son probablemente lo bastante singulares como para dar origen a evoluciòn cultural acumulativa;  proceso a travès del cual los conocimientos y errores y aciertos acumulados pueden ser modificados a lo largo de las generaciones. La evolucion cultural acumulativa construye complejas pràcticas adaptativas, herramientas, tècnicas, y largos cuerpos de conocimiento (por ej: acerca del comportamiento de los animales, o de las plantas comestibles), los cuales continúan mejorando a lo largo de los siglos y milenios (Boyd y Richerson, 1996; Boyd, 2011; Henrich, 2004b). Los modelos de la evoluciòn cultural acumulativa sugieren dos caracterìsticas importantes de nuestra especie, que quizàs no sean muy intuitivas. En primer lugar, que nuestro èxito ecològico y tecnològico, y que nuestra adaptación a diversos ambientes no se debe a nuestra inteligencia. Solos y despojados de nuestra cultura, somos una especie sin esperanza. La evoluciòn cultural acumulativa ha provocado nuestras lujosas tecnologías, a la vez que las sutiles e inconscientes maneras en las que utilizamos nuestros comportamientos y pensamientos para abordar los retos ambientales (Henrich y Henrich, 2010). El màs inteligente entre nosotros no podrìa idear en una sola vida ni siquiera una pequeña fracciòn de las tècnicas y tecnologías que le permiten sobrevivir a cualquier sociedad de cazadores/recolectores (Boyd, 2011ª; Heinrich, 2008). En segundo lugar, los actuales modelos disponibles dejan claro que la efectividad de este proceso de evoluciòn cultural acumulativa depende crucialmente del tamaño y de las interconexiones de nuestras poblaciones, y de nuestras redes sociales. Es la habilidad de intercambiar libremente de información lo que ilumina y acelera la evoluciòn cultural adaptativa, y lo que crea la innovación. Al nivel de la población, es mucho mejor ser social que ser inteligente. Tal aproximación nos ayuda a comprender casos arquelògicos y etnogràficos en los que poblaciones aisladas gradualmente pedieron sus mas complejas tecnologías. Sostener tecnologías complejas depende de mantener una gran y bien interconectada población de mentes (Henrich, 2004b, 2006, 2009b; Powell, Shennan, y Thomas, 2009).
 A su vez, estos modelos de evoluciòn cultural nos ayudan a comprender còmo nuestros procesos cognitivos para el aprendizaje cultural dan lugar a muchos fenómenos sociològicos, tales como las clases sociales y castas (Henrich y Boyd, 2008), las culturas del honor (McElreath, 2003), los grupos ètnicos (Boyd y Richerson, 1987; Henrich y Henrich, 2007: Capìtulo 9; McElreath, Boyd, y Richerson, 2003) y una larga escala de cooperación (Boyd, Richerson, y Henrich, 2011b; Henrich, 2004ª). En el caso de los grupos ètnicos, por ejemplo, tales modelos exploran còmo coevolucionan los genes y la cultura. Esto muestra còmo la evoluciòn cultural, bajo una amplia gama de condiciones, crearà un paisaje en el cual diferentes grupos sociales tienden a compartir expectativas similares de comportamiento, y arbitrarios “marcadores ètnicos” (como el dialecto o lenguaje). En el amanecer de este mundo culturalmente construìdo, los genes evolucionaron para crear mentes que estàn inclinadas a interactuar y a imitar preferentemente a aquellos que comparten sus marcadores. Esto garantiza que los individuos se coordinaràn màs efectivamente con aquellos que comparten sus expectativas de comportamiento culturalmente adquirido (por ejemplo, sobre el matrimonio o la crìa de los niños). Estas predicciones puramente teòricas fueron posteriormente confirmadas por experimentos tanto con niños (Kinzler, Dupoux, y Spelke, 2007; Kinzler, Shutts, Dejesus, y Spelke, 2009; Shutts, 2009), y adultos (Efferson, Lalive, y Fehr, 2008). Este marco tambièn sugiere que la evoluciòn cultural fácilmente da lugar a las normas sociales, siempre y cuando quienes aprenden puedan culturalmente adquirir los estàndares por los cuales juzgan a otros (Chudek y Henrich, 2010). Muchos modelos demuestran robustamente que la evoluciòn cultural puede sostener casi cualquier comportamiento o preferencia que sea comùn en una población (incluyendo la cooperación), siempre que no sea muy costoso (por ej: Boyd y Richerson, 1992; Henrich, 2009ª; Henrich y Boyd, 2001). Esto sugiere que distintos grupos terminaràn teniendo difeferentes normas, compitiendo los unos con los otros. Las competencias entre grupos con normas diferentes favorecerà a aquellas normas que lleven al èxito en la competencia intergrupal (Boyd y Richerson, 2002; Henrich, 2004ª). Mis colaboradores y yo hemos argumentado que la selecciòn cultural de grupos ha formado las pràcticas culturales, instituciones, creencias y psicologías que son comunes en el mundo de hoy, incluyendo asociaciones con mercados anònimos (Henrich, 2005; Henrich, 2010), religiones prosociales con dioses muy moralizantes (Atran y Henrich, 2010; Shariff, Norenzayan, y Henrich, 2010), y el matrimonio monògamo (Henrich, Boyd, y Richerson, en preparación). Cada uno de esos paquetes culturales, los cuales han emergido de forma relativamente reciente en la historia humana, impactan nuestra psicologìa y comportamiento. Los “mercados” cebados y “Dios” (Shariff y Norenzayan, 2007), por ejemplo, incrementan las confianza y la genrosidad (respectivamente) en experimentos comportamentales, a pesar de que “Dios” solo prima para los teistas. Tales vìas de investigación mantienen la esperanza de explicar, en vez de meramente documentar, los patrones de variación psicològica observada a travès de la población humana (Henrich, Heine, y Norenzayan, 2010).
La evoluciòn cultural de las normas alrededor de diez o cientos o miles de años, y su formación por la selecciòn grupal, pueden haber conducido a la evoluciòn genètica a crear el juego de adaptaciones cognitivas que llamamos psicologìa normal (Chudek y Henrich, 2010; Chudek, Zhao, y Henrich, en preparación). Este aspecto de nuestra psicologìa evolucionada emergiò y coevolucionò en respuesta a la producción de normas de la evoluciòn cultural. Este juego facilita, entre otras cosas, nuestra identificación y aprendizaje de las normas sociales, nuestras expectativas de sanciòn por violación de las reglas, y nuestra habilidad para internalizar comportamientos normativos como motivaciones.
Las coevolucionadas normas psicològicas hipotetizadas por estos modelos unen gran parte del trabajo realizado a travès de las ciencias sociales. Propone que los aprendices deberìan actuar como si vivieran en un mundo gobernado por reglas sociales que necesitan adquirir, muchas de las cuales son prosociales. Los niños pequeños muestran motivaciones de ajustarse en frente de sus pares (Rakoczy, Warneken, y Tomasello, 2008), y selectivamente aprenden normas (que màs tarde ejecutan) en los modos predichos (Rakoczy, Hamann, Warneken, y Tomasello, 2010; Rakoczy, Warneken, y Tomasello, 2009).
Este enfoque tambièn predice que los humanos deben estar inclinados a “sobre-imitar” por dos motivos evolucionarios, uno informacional y el otro normativo (Henrich y Henrich, 2007). La visiòn informacional hipotetiza que la gente sobre-imita debido a la evoluciòn de una fuerte dependencia en el aprendizaje cultural, para adaptativamente adquirir complejas y cognitivamente opacas habilidades, tècnicas y pràcticas que han sido pulidas, a menudo en formas matizadas y sutiles, a lo largo de las generaciones. En apoyo de esta visiòn, niños y adultos de diversas sociedades, precisamente, imitan los comportamientos aparentemente no necesarios de los adultos (“sobre-imitan”), aùn cuando son capaces de no tenerlos en cuenta (Lyons, Young, y Keil, 2007; Nielsen y Tomasello, 2010). Sin embargo, debido a que los individuos deben tambièn “sobre-imitar” porque las sociedades humanas han estado llenas desde hace mucho tiempo con normas arbitrarias (comportamientos), con lo cual la actuación “correcta” es crucial para la propia reputaciòn (v. gr: rituales, etiquetas), esperamos que futuras investigaciones revelen dos tipos diferentes de sobre-imitaciòn. Esto sienta las bases teòricas para la investigación en pedagogìa natural, al sugerir que los humanos estamos programados para atender a pistas que activan expectativas sobre el aprendizaje de información normativa (Topal, Gergely, Miklosi, Erdohegyi, y Csibra, 2008).
Las presiones selectivas, creadas por el daño reputacional y por el castigo a la violación de las normas, pueden favorecer la internalización de las normas. Estudios de neuroeconomìa sugieren que las normas sociales son de hecho internalizadas como motivaciones intrìnsecas, dentro del cerebro de la gente. Tanto la cooperación como el castigo en formas localmente normativas activan los circuitos de recompensa o de anticipación de recompensa en el cerebro, de la misma forma en que lo hace el obtener un pago directo en efectivo (de Qervain, 2004; Fehr t Camerer, 2007; Talbibnia, Satpute, y Lieberman, 2008). Un extenso rango de recientes hallazgos puede ser explicado por el reconocimiento de que los juegos experimentales explotan la cultura (normas especìficas, que usualmente implican transacciones monetarias con extraños). Primero, medidas de justicia y equidad para castigar los experimentos de regateo estandar, que varìan drmàticamente en las sociedades, de una manera que covarìa con la integración mercantil y el tamaño de la comunidad, respectivamente (Chudek, en preparación; Henrich, Ensminger, 2010). Segundo, enmarcar los juegos con señales de las normas locales puede alterar el comportamiento en forma predictiva (Henrich, 2005; Hermann, Thoni, y Gaucher, 2008), incluyendo hallazgos que muestran que los mismos marcos tienen efectos diferntes en poblaciones diferentes (Georg y Walkowitz, 2010; Pilluta y Chen, 1999; Poppe, 2005; Ross y Ward, 1996). Tercero, los juegos comportamentales pueden ser experimentalmente influenciados por el aprendizaje observacional (Cason y Mui, 1998), y el comportamiento prosocial emerge gradualmente durante el desarrollo (a diferencia de la reciprocidad), quedando en estado de meseta hasta que la gente alcanza la mitad de los veinte (Sutter y Kocher, 2007). Finalmente, los primates no-humanos (faltos de normas y coevoluciòn) no revelan las preferencias prosociales por extraños tan desconcertantes en la mayoría de las sociedades humanas (Jensen, Call, y Tomasello, 2007; Jensen, Hare, Call y Tomasello, 2006; Silk, 2005).
La idea clave de esta lìnea de investigación es que la evoluciòn cultural fue como una fuerza dominante que condujo la evoluciòn genètica de nuestra especie durante los ùltimos miles de años. A travès de este proceso autocatalìtico (Chudek y Henrich, 2010), continuamente se fueron acumulando elementos culturales que pueden haber conducido nuestra expansiòn cerebral, especializaciones cognitivas (Hermann, Call, Hernandez-Lloreda, Hare, y Tomasello, 2007), psicologìa social (Henrich y Henrich, 2007) y cambios fisiològicos en nuestras entrañas, dientes, manos y huesos (Wrangham, 2009). Comprender esto, y teorizar còmo el proceso de evoluciòn cultural ha formado la evoluciòn humana, nos provee de un marco que une y sustenta pregramas de investigación que cruzan las ciencias sociales, biològicas e històricas.






Referencias

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