lunes, 8 de octubre de 2012

LO QUE PIENSO SOBRE EL ACTUAL ATEÍSMO



Durante este último tiempo me ha sucedido encontrarme leyendo o viendo debates entre ateos y creyentes (generalmente cristianos), o simplemente los diversos argumentos expuestos por una serie de reconocidos académicos anglosajones. Así pues, movido por algunas de estas consideraciones me he propuesto compartir mi propia consideración.
Sé que las experiencias en materia de religión son harto complejas. Por un lado, se encuentran quienes se aferran a sus creencias religiosas, las cuales les han sido transmitidas desde su hogar. Asimismo, tenemos a aquellos a quienes la religión les ha permitido estructurar sus vidas: sentar cabeza, y dedicarse a la crianza de sus familias. Por otra parte, se encuentran aquellos que, habiendo crecido en un hogar religioso, desertan de la religión (usualmente durante la adolescencia) cansados de la hipocresía de los ministros o feligreses, y guardando una suerte de rencor hacia la institución, el cual suele durar de por vida. Dentro de este tipo he encontrado dos subtipos: aquellos que no experimentan ningún tipo de añoranza por su pasado otrora religioso (como la serpiente que muda de piel), y aquellos que durante su vida experimentan el dolor de la decepción de Dios.
Dado este abanico de experiencias, es fácil comprender el tono anímico acalorado que suelen tomar los debates entre religiosos y ateos. La consideración que extraigo de esto es que, evidentemente, la religión es algo muy valioso para sus practicantes, y lo mismo puede decirse para sus detractores: porque nadie emplearía tanto tiempo de su existencia en algo que es considerado como irrelevante. Así, unos y otros dan evidencias de tener impresa una huella causada por la religión.
Pero, y para ir entrando a la temática en cuestión, ¿qué es la religión? No soy un experto, pero considero que para los fines de esta podemos acordar que la religión es un fenómeno cultural humano. Es cierto que los hombres de neandertal enterraban a sus muertos, y existen ciertos debates en torno a lo que puede interpretarse como vestigios de rituales mortuorios. Sin embargo, de lo que no cabe duda es que todas las culturas de homo sapiens empíricamente conocidas realizan algún tipo de práctica religiosa.
Ahora bien, dada la extensión de este tipo de institución, es lógico pensar –sólo eso- que, a partir del hecho de la co-evolución genético-cultural humana, el fenómeno de la religión haya dejado algún tipo de huella en nuestra historia evolutiva. Después de todo, es más común la religiosidad que la ilustración. No es un desatino, por tanto, pensar que nuestro cerebro posee un repertorio de emociones “religiosas” que han cumplido un papel en nuestro desarrollo como especie. Pienso en cuestiones como la identidad tribal, la facilitación de comportamientos pro-sociales, la estructuración social, y una comprensión pre-científica de la realidad, entre muchas otras variables. Por supuesto, nada de esto obsta para dar testimonio de la veracidad del contenido de las religiones. En efecto, La mayoría de las culturas tienen términos para designar entidades de tipo espiritual o se refieren al “alma” (entidades tan caras para el pensamiento filosófico), pero esto no es prueba que tales palabras posean un referente extralingüístico comprobable. Por el contrario, a la luz del avance de las investigaciones científicas actuales tales conceptos han sido descartados, y ya no se utilizan para explicar el comportamiento de los fenómenos. Es en este sentido que me parece ver a los ateos triunfar sobre los religiosos, en los debates que todos los días pueden rastrearse en youtube: porque los ateos pueden partir de premisas más o menos científicas (v.gr: el naturalismo, el evolucionismo, etc.), en tanto que los religiosos tienen la exigencia de poder articular su fe con el conjunto de los saberes de la ciencia. Empero, considero que ello no obsta para dar aval a ciertas consideraciones que encuentro sistemáticamente en el bando ateo. Por ejemplo, hablar de las religiones como de un “virus”, o como de la causa de la irracionalidad y maldad que afectan al mundo. Más aún, en muchas de las exposiciones de este grupo de ateos me parece vislumbrar ideologías de fondo, que achacan a la religiosidad de la gente el malestar económico-cultural actual, ocultando en el proceso a las verdaderas instituciones responsables del mismo; instituciones que, sin ningún tipo de legitimidad otorgada, barajan de hecho nuestra condición.
A partir de esto, por supuesto, no pretendo descalificar los argumentos y razones que una persona pueda tener para no participar de algún o de ningún sistema religioso. Simplemente quiero llamar la atención sobre lo que me parece una estrategia de fondo de ciertos académicos que bajan línea discursiva: porque hay un trecho entre argumentar que la noción de un Dios personal y creador es incompatible con los conocimientos científicos que poseemos en a la actualidad, y decir que la religión es la causa de los males actuales del mundo; porque esto último implica, desde el vamos, negar la responsabilidad de personas e instituciones que implican comportamientos tanto o más irracionales que los de las instituciones religiosas. Seamos claros en este aspecto: hay tanta irracionalidad o debilidad epistemológica en la idea de que el hombre es pecador por naturaleza y que necesita de la gracia para enderezarse, como en la idea de que en todo momento somos agentes racionales que constantemente buscamos la maxificación del propio beneficio, o que las intervenciones democráticas en materia de economía son siempre perjudiciales, y que sólo un puñado de “expertos” tiene el derecho de regir el destino de la sociedad. En este sentido, considero que alguien como Milton Friedman debería recibir tantas o más críticas detractoras como las que recibe Benedicto XVI. Sin embargo, no encuentro a Dawkins, o a Dennett, o a Hitches o a Harris empleado sus energías en este sentido, algo que, por ejemplo, sí puede verse en un académico como Noam Chomsky.

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